Navegando en medio del Atlántico


A veces los días que peor empiezan acaban siendo los mejores.

El día que dejamos atrás el cabo de Finisterre habían anunciado lluvia.Me hubiera gustado otro día de sol como ayer, que nos paramos a comer en la playa de las Islas Cies. Pero no pudo ser, nada más amanecer vimos que que cielo estaba cubierto de nubes...

En cuanto bajó la temperatura y sentimos las primeras gotas bajamos a ponernos los trajes de agua (oilskins los llaman los ingleses). Entonces todo cambió, con el cuerpo seco y calentito ya daban igual los rociones de agua y lo que querías era que el barco fuera a la máxima velocidad posible.

El viento empezó a subir. ¡De fuerza 3 a fuerza 7! Las olas eran como casas de tres pisos cubiertas por dunas de arena. El barco subía y bajaba y recuerdo que alguna pegó un grito cuando el agua entró por la cubierta...

Teníamos demasiado velamen y había que ir a proa a cambiar las velas por otras más pequeñas. -Ni de coña sujeto yo una vela con las manos con este viento-pensé. Si el viento cambia un poco y te pega una ráfaga y la vela que está medio bajada vuelve a hincharse, con esa fuerza, te quedas sin dedos, y si la cuerda se te engancha en un pie puedes hacer puenting pero empezadando por abajo...

Resulta que para eso eran las cintas naranjas del traje. Te anclas a unos clips pegados al barco y si te engancha una vela pues no sales volando. Solo pierdes una mano, el resto del cuerpo sigue en el bote, lo cual es muy tranquilizador...

También usamos los clips para la navegación nocturna. Si te toca turno de noche siempre es en parejas y siempre "clip on".

Al final, incluso con velas más pequeñas, el barco navegaba como un torpedo cortando el agua y en algún momento mientras hacía fuerza para sostener el timón, decidí que esto me gustaba y que este viaje...

Era solo el comienzo.